sábado, 27 de junio de 2009

jueves, 4 de junio de 2009

Preparando las europeas

Que nadie se extrañe, forma parte de las posibilidades que nos ofrecen en la actualidad los avances médicos. Llevo coincidiendo con él desde hace más de un año, cuando entré en el club del cáncer. He podido comprobar como compagina su actitud cordial y respetuosa con los tratamientos que nos suministran por vena.
Recuerdo que cuando le vi por primera vez en oncología, y le reconocí como cargo político al que he tenido ocasión de entrevistar en alguna ocasión, lamenté que coincidiéramos en esta situación.
El lunes volvimos a encontrarnos, atados por una aguja a nuestro destino. Yo estaba tranquila, relajada y sola por voluntad propia. Él, atendiendo el teléfono y despachando los asuntos pendientes de cara a las elecciones del domingo.

jueves, 28 de mayo de 2009

Ánimo, mis valientes

No paraba de hablar. Se encontraba ocupando uno de los 4 sillones que acogen cada día las microreuniones de los pacientes de cáncer que van a recibir tratamiento. Ella, que repetiría celebrando el medio siglo de vida, exponía en voz alta su manera de afrontar la enfermedad. Pero sin parar.
Se había erigido en la portavoz de todos nosotros y, de vez en cuando, se permitía lanzar un consejo personalizado a alguien. Que si la merienda en el bolso y a pasear, que si no hay que dejarse vencer por la flojedad, que si ahora mejor que nunca para comprarse todo lo que se te antoje, que si, que si.
Su actitud era un ejemplo a seguir por todos, ni más ni menos que lo que pretendía, apuntalada por la suerte que había tenido porque los tratamientos no la dejaron fuera de juego.
Y todo para evitar que la verborrea diera paso al silencio. Para no escuchar el murmullo de su corazón, lamentándose, al ver a quien aún no ha cumplido los 20 años, enchufado a la misma máquina que ella.

miércoles, 20 de mayo de 2009

¡Que guapa!

Dialogaban entre ellas, inmersas en un mar de pacientes en espera de su dosis de quimioterapia, con el gesto alegre y el peinado intacto. La primera le contaba a la segunda cómo se afeitó ella misma la cabeza, en cuanto notó que se le empezaba a caer el pelo. La segunda había dudado un poco y llevaba la peluca colocada sobre el rescoldo de su melena.
Quienes optamos en su momento por el pañuelo escuchábamos la conversación, entretenidas y contentas, sobre todo por el tiempo pasado de los verbos con que comienza esta frase. La una le contaba a la otra que no ha permitido que nadie la vea sin peluca, entre otras razones porque lleva su enfermedad en secreto. La segunda describía la naturalidad con que se lo habían tomado en casa, peluca incluida. Fue inevitable viajar al pasado y recordar las lágrimas de mi familia mientras me afeitaban la cabeza, y la expresión de mi hija de 2 años cuando me vio por primera vez; “¡Uy, que guapa!”

miércoles, 13 de mayo de 2009

Romper estadísticas

A veces las jornadas de salud a las que me he suscrito se hacen muy largas y pesadas. Pasas gran parte de la mañana entre dependencias de la Arrixaca y avanzas más bien poco. Así, entre periódico, libro, revista y consola de videojuegos, tengo tiempo de levantar la vista y mirar a las caras de los pacientes, o los enfermos, o los acompañantes, o a quienes lo fueron.
De esta manera recargas la batería y obtienes nuevas energías para seguir adelante. Allí sigo encontrando a los mismos héroes anónimos, seres humanos en trance especial que diría uno de los seguidores de mi blog ‘Yo también tengo cáncer’.
Porque sólo es necesario contemplar para hacer algo más que ver y recibir una lección humana. Eso es lo que ocurre en oncología. Que mientras los profesionales nos salvan del tobogán de emociones en que nos embarca la visita a su consulta, las personas que allí acuden te enseñan que nada mejor que las ganas de vivir para romper estadísticas.

martes, 5 de mayo de 2009

Busca un chófer

Tengo la ingenua costumbre de pensar que todo va a salir bien, y por ello me tomo el tiempo justo para hacerlo todo, incluso esta columna. El caso es que hace unos días tenía cita con el Equipo de Valoración de Incapacidades, que debía evaluar mi situación actual, y salí de casa 20 minutos antes. Tiempo de sobra para llegar a Murcia desde Alcantarilla y con un poco de suerte aparcar. Me equivoqué.
Ese día aprendí que, a las 8,30 de la mañana, es necesario el doble de tiempo para cubrir el mismo trayecto. Y, por si fuera poco, que aparcar a primera hora de la mañana en el barrio de San Antón equivale a buscar el arca perdida en el Ártico, por lo menos. Dos lecciones por el precio de una.
El funcionario de la puerta, muy diligente, me avisó de que llegaba tarde. Yo, que suelo ser prudente y callada, me quejé amargamente de la última hora de mi vida ante la mirada de varios asistentes, incluido un muy amable y cordial vigilante jurado de pelo cano que, con su saber estar, me intimidó. Aquí vienen de toda la región, me dijo, y con eso anuló mis argumentos. Por que no puedo imaginarme cómo lo logran.
Al final, conforme, esperaré a que puedan hacerme un hueco dándole vueltas a la cabeza para llegar a la conclusión de que lo mejor, para la próxima ocasión, será tomar media hora de margen y buscar, por si acaso, un chofer dispuesto a perder otro tanto de tiempo buscando aparcamiento por mí.

miércoles, 29 de abril de 2009

Yo, de pie

Las revisiones periódicas me llevan de nuevo a la Unidad de Mama del policlínico de la Arrixaca. Allí compruebo que ha aumentado la ‘pacientela’ de los especialistas y me alegro por lo que eso supone, cuando es para bien. Ni que decir tiene que aprovechar cualquier oportunidad para recordar la importancia de las revisiones médicas es administrar bien la existencia de una.
En la sala de espera, hace un año, encontrábamos sillas casi todas las que allí acudíamos para que nos entregaran la confirmación de una falsa alarma que, en más ocasiones de las deseadas, no llegaba. Como mucho, unos cuantos tenían que quedarse fuera. Pero el lunes no fue así, la sala estaba llena, el pasillo de acceso también. Habían pacientes hasta en las hojas de la agenda. El problema es que, si te sales a buscar un lugar donde esperar a que te llame la enfermera, no oyes a la mencionada llamarte. Así que la elección es más bien una imposición; a esperar de pie.
Y entonces, no sé porqué, me acordé del autobús urbano y de cómo se administran los asientos libres, y de cómo ha cambiado todo eso durante los últimos años. Pero duró poco, para volverme a alegrar de nuevo de que cada vez más mujeres se revisen el pecho y acudan al médico.

jueves, 23 de abril de 2009

Son médicos

“No se asuste, señora, son médicos” me avisó el responsable de hacerme la ecografía de rigor. Lo cierto es que la enfermera me había dejado preparada; una sábana cubría mi desigual pecho y toda yo, desparramada sobre la camilla de turno. Y allí, frente a mí, tenía a 4 médicos anunciados y 1 pagado, el que sujetaba el aparato.
Me sentía como en un casting, nerviosa e intimidada por el inesperado público que estaba asistiendo a mi programado striptease. Lo cierto es que, para ser médicos, se les veía bastante impresionados por la imagen. No sé si eran las cicatrices de la operación, la desigual mirada de mis ‘otros ojos’ o sencillamente que no les gustaba el color de la estancia.
El caso es que tan solo tuvieron que pasar unos pocos minutos para que se acortaran las distancias. Apenas sin darme cuenta, les estaba invitando a tocar la cicatriz de mi pecho. Y ellos, sin dudarlo, tocaban, tocaban, pero con temor. “No tengáis cuidado, si he perdido la sensibilidad en esa zona” les animé.
Al final lo logré, resulté absuelta de cualquier diagnóstico negativo, “este nuevo aparato permite comprobar la evolución de estas cicatrices, que en este caso es buena” sentenció el único que, por lo visto, no era mudo.

martes, 7 de abril de 2009

Haga caso, por favor

Salta a mis dos ojos un mensaje que se distribuye en varios carteles a lo largo de toda la zona de consultas ginecológicas de la Arrixaca: “Por favor, ceda el asiento a mujeres embarazadas, personas mayores y con movilidad reducida”.
No me echo las manos a la cabeza porque tendría que soltar el móvil, así que me conformo con abrir la boca a todo tipo de elementos suspendidos en el aire. Yo estaba acostumbrada al típico “Por favor, guarde silencio” o “No utilice el wc como una papelera”, pero esto me supera.
Y no es por la decisión de colocar estos carteles, sino porque me parece que es una llamada de atención hacia nosotros; los pacientes, los acompañantes, los usuarios del sistema sanitario. No quiero imaginar qué de situaciones habrán dado lugar a tomar la decisión de pedir una actitud cívica por escrito.
Prefiero soñar con aquel pasado en que la cortesía no estaba reñida con los derechos. Aunque yo, que celebro que nuestra capacidad de crítica nos permitan mejorar y superarnos, en ocasiones, por encima de la media, me temo que quienes no demuestran conocer las más elementales normas de convivencia, tampoco hagan caso de los cartelitos.

lunes, 30 de marzo de 2009

No todos están en el cielo

Mañana tengo cita para realizarme una mamografía, la primera de revisión desde que me dijeron que sufría cáncer de mama. Regresaré a uno de los lugares donde sentí con más fuerza el miedo, cuando aún era incierto mi verdadero estado de salud.
Entonces lo viví con gran inquietud, me sentía vulnerable y débil. Lo llamé el pasillo del miedo. Era algún lugar entre dos salas de espera donde las mujeres aguardamos para saber si en nuestro pecho, tesoro de belleza, de placer y de vida, se esconde un enemigo letal.
Hoy quisiera volver con un mensaje de esperanza, de optimismo. Hoy me planteo cómo podría hacer llegar a mis compañeras en la sala de espera que se sale de esto, que aunque los tratamientos resultan duros se puede superar, que somos muchas las que seguimos plantando cara a la vida. Y, lo más importante, que no están solas. Porque todo un equipo de profesionales y voluntarios nos recuerda que “no todos los ángeles están en el cielo”.

domingo, 22 de marzo de 2009

Aventura en pruebas especiales

Asistir a la Arrixaca para que te realicen determinadas pruebas diagnósticas, puede convertirse en ocasiones en una aventura, a causa de las circunstancias. Entre aquellas salas de espera en las que se puede emular a los héroes de los videojuegos más populares del momento, se encuentra la de pruebas especiales.
Y es que, una vez que cruzas la pasarela que la une con el Policlínico, te encuentras a una variada selección de pacientes. Algunos, para saber si finalmente se encuentran bien o no, deben llenar antes sus respectivas vejigas con agua. Y, claro, es aquí cuando comienza la aventura. Porque el agua no siempre acaba en el interior de su cuerpo. A veces, ahoga las inquietudes de quienes allí asisten en busca de un diagnóstico lo más indulgente posible.
El resultado final es un gran charco sobre el suelo, un informe en el bolsillo de quien lo ha utilizado y se marcha indiferente, y el temor de quien lo pisa, por si no puede conservar el equilibrio después. Una sugerencia; en estas salas igual podría colocarse un rollo de papel secante que permita enderezar estos entuertos.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Una alegría de finales de invierno

Me senté demasiado rápida, había algo en la silla y no pude evitar dañarlo con el peso de mi cuerpo. Me levanté, miré y me sorprendió lo que encontré; era una margarita. Curioso hallazgo para un lugar ocupado por la enfermedad, el miedo y, en ocasiones, la pena.
Unos minutos después, me trasladé desde la zona de tratamientos, a la sala de espera de oncología. Cruzas la puerta y giras a la derecha, por ahí buscas un hueco y te dispones a esperar hasta que alguien pronuncia tu nombre. Andaba distraída pensando en cuánto tardarían esta vez en llamarme, y volvió a ocurrir. Alguien había dejado una flor sobre la silla.
Demasiada coincidencia. Esta vez era una rosa. Más que una rosa, era una alegría de finales del invierno, cuando el cuerpo y el alma buscan con ansías a la primavera. Miré a mi alrededor, en busca de algún indicio que le dé una explicación a este hallazgo, y de repente “¡Pi-pi-pi-pi!”. Era el sonido del despertador, había estado soñando.

sábado, 7 de marzo de 2009

¡Doctor, quíteme este dolor!

Estaba el otro día de figurante, en la sala de espera de una zona más de la Arrixaca. Atendía a la cabeza parlante de un chino, que me saluda en la consola, siempre antes de someterme a una tortura mental en forma de ejercicios varios. A mi lado, dos personas se contaban las últimas noticias:
- Le pasó de repente, estaba durmiendo, y se despertó con un dolor que no le dejaba respirar. Me decía “nena, nena, que estoy muy mal”, pero yo quería seguir durmiendo y le dije “cambia de posición, eso son gases”.
- ¿Y te hizo caso? ¿Te dejó dormir? – preguntó su interlocutora.
- No, me decía “pero enciende la luz, que no puedo estar así”. Y cuando le hice caso ¡que susto! Estaba pálido. Entonces llamamos a urgencias y vino el médico.
- ¿Y qué le dijo? – Es evidente que la primera sabía mantener la intriga.
- Le hacia preguntas sobre lo que había comido, lo que había hecho…
- Cuenta, cuenta – Le espetaba la oyente, confirmando el éxito del relato.
- No pudieron aclarar mucho, no daba pie con bola. Él quería decirle al médico lo que quisiera: “Doctor, dígame qué quiere que le diga y yo lo hago, pero quíteme este dolor, por favor”. Era un cólico nefrítico.

jueves, 19 de febrero de 2009

Una infusión doble, por favor

Una de las cuestiones que se incorporan a tu vida cuando te diagnostican una enfermedad grave, son los nuevos términos, las pruebas que nunca antes habías oído y las máquinas cuya existencia no conocías.
Desde hace 10 meses, me conecto a una de esas máquinas cada 21 días. Es una caja cuadrada que da una impresión similar a la de los robots de cocina. Sí, esos en los que nos gastamos tanto dinero para que acaben mezclando polvo y abandono en algún rincón.
Esa caja abraza un gran bastón terminado en varias varillas, donde se cuelgan las bolsas de tratamiento. Para unos sueros, para nosotros quimioterapia, e imagino que para otros diversos tratamientos.
Desde ella, las enfermeras controlan la velocidad y el orden en que las bolsas se vierten sobre nuestras venas. Primero el suero, luego el líquido azul, luego el transparente, o el rojo, o la bolsa de papel plata. Un pitido, y el ritmo cambia a la orden táctil de nuestros ángeles de la guarda.
Pues bien, ayer me di cuenta de que apunta una chuleta en su lateral. Es una lista de funciones; ‘aviso a la enfermera’, ‘infusión sencilla’, ‘doble infusión’. Vamos, que llevaba yo meses buscándole el nombre al hecho en sí; que si ‘administración de quimio’, que si ‘perfusión’, que si ‘inyección’ ¡y resulta que se llama ‘infusión’! Pues para mí doble, por favor.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Mario vs pruebas y más pruebas

Mundo 1 del juego más famoso de las consolas de mano. Tengo que guiar al muñeco por un castillo, en busca de una princesa más alta, más guapa y más rica que él. He logrado un asiento en la sala de espera de la zona de ecografías de la Arrixaca. Botón A, botón Y, arriba, abajo, ¡salto! Y salto de verdad al ver salir a la enfermera. Consola, papeles y rebeca en mano me dispongo a informarle que tengo cita, mientras 2 hombres que llegaron antes que yo me miran con recelo.
“Siéntese y espere a que le llame”, yo obedezco, soy muy obediente, ya de nacimiento, aunque el cáncer me ha domado más aún. Me siento, botón Y, sigo haciendo saltar al bigotes bajito (que nadie se ofenda, por favor). Uuuuy, casi se cae en un pozo, ya lo he matado 5 veces, menos mal que el juego está trucado y no se acaba. Los dos hombres me siguen mirando. Seguro que pensaran eso de “tan mayorcita y con juegos de niños”. Eso es porque no saben cómo disfrutan los niños con estas cosas.
Botón x, tiene que saltar, otra vez, y ahora sí, se ha caído. Pero yo no, me llaman, me levanto para entrar, pasando por delante de los dos hombres que me miraban. Ha sido breve, pero intenso. Yo he disfrutado con la espera ¿y ellos?

sábado, 7 de febrero de 2009

Una lección humana

Formo parte del 25% de los españoles que, según los datos publicados por la Sociedad Española de Oncología Médica, se las tienen que ver con el cáncer. La cifra publicada ante la conmemoración hoy del Día Mundial de esta enfermedad, resulta demoledora.
Y es que, afirmar que 1 de cada 4 españoles va a verse sacudido por este terremoto y tendrá muchas probabilidades de curarse, o de morir en el intento, es decir que toda la sociedad española está abocada a sufrir por culpa del cáncer.
Porque ese español de cada 4, a buen seguro tiene padres, hermanos, pareja, hijos, amigos, alguien a quien la sacudida del diagnóstico va a alcanzar inevitablemente, removiendo todo el entorno.
Así las cosas, me temo que volvemos a vernos unidos por un destino, ‘cruel y canalla’, en torno a la conmemoración de esta fecha. Porque si las previsiones se cumplen, el titular debería ser “El cáncer sacude a toda la población española”.
Ante esto, me quedo con la frase de una oncóloga del Morales Meseguer, que contestaba así a un compañero periodista cuando le preguntaba ¿por qué oncología?. Ella contestó que había optado “por la lección humana que los enfermos nos dan a diario en las consultas”.
Y es que somos nosotros –con el cariño de los nuestros y la ayuda de la medicina actual- los que cambiamos las estadísticas, superamos las expectativas y plantamos cara a la muerte. Un cálido abrazo para todos los que están o ya han pasado por este trance.

martes, 27 de enero de 2009

Las apariencias engañan

Te llaman a tratamiento y encuentras que el box está lleno de mujeres. Te sientes a gusto, piensas que hay muchas probabilidades de que la mayoría estén allí por el mismo tipo de cáncer (el de mama es de buen pronóstico). Una de ellas se queja, le duele todo, parece que la quimioterapia le va mal. Qué pena.
Pero, al fijarme con más detalle en ella, descubro que está echada sobre el sillón de tratamientos con las venas libres. Quien recibe el trasvase de vida adulterada es ¡su marido en la silla del acompañante!
Mientras él mira por la ventana, en silencio, ella habla con todo el mundo de lo que le ocurre. A los dos. Y de sus miedos y temores particulares sobre la familia, los hijos, el futuro… Es la protagonista.
Ya me había pasado en otra ocasión. Entras en la habitación del hospital, esperando encontrar al enfermo postrado en la cama, y te sorprendes a ti misma entregando el ramo de flores que has llevado, a su madre.
Vuelve a ser verdad que, en ocasiones, las apariencias engañan.