lunes, 30 de marzo de 2009

No todos están en el cielo

Mañana tengo cita para realizarme una mamografía, la primera de revisión desde que me dijeron que sufría cáncer de mama. Regresaré a uno de los lugares donde sentí con más fuerza el miedo, cuando aún era incierto mi verdadero estado de salud.
Entonces lo viví con gran inquietud, me sentía vulnerable y débil. Lo llamé el pasillo del miedo. Era algún lugar entre dos salas de espera donde las mujeres aguardamos para saber si en nuestro pecho, tesoro de belleza, de placer y de vida, se esconde un enemigo letal.
Hoy quisiera volver con un mensaje de esperanza, de optimismo. Hoy me planteo cómo podría hacer llegar a mis compañeras en la sala de espera que se sale de esto, que aunque los tratamientos resultan duros se puede superar, que somos muchas las que seguimos plantando cara a la vida. Y, lo más importante, que no están solas. Porque todo un equipo de profesionales y voluntarios nos recuerda que “no todos los ángeles están en el cielo”.

domingo, 22 de marzo de 2009

Aventura en pruebas especiales

Asistir a la Arrixaca para que te realicen determinadas pruebas diagnósticas, puede convertirse en ocasiones en una aventura, a causa de las circunstancias. Entre aquellas salas de espera en las que se puede emular a los héroes de los videojuegos más populares del momento, se encuentra la de pruebas especiales.
Y es que, una vez que cruzas la pasarela que la une con el Policlínico, te encuentras a una variada selección de pacientes. Algunos, para saber si finalmente se encuentran bien o no, deben llenar antes sus respectivas vejigas con agua. Y, claro, es aquí cuando comienza la aventura. Porque el agua no siempre acaba en el interior de su cuerpo. A veces, ahoga las inquietudes de quienes allí asisten en busca de un diagnóstico lo más indulgente posible.
El resultado final es un gran charco sobre el suelo, un informe en el bolsillo de quien lo ha utilizado y se marcha indiferente, y el temor de quien lo pisa, por si no puede conservar el equilibrio después. Una sugerencia; en estas salas igual podría colocarse un rollo de papel secante que permita enderezar estos entuertos.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Una alegría de finales de invierno

Me senté demasiado rápida, había algo en la silla y no pude evitar dañarlo con el peso de mi cuerpo. Me levanté, miré y me sorprendió lo que encontré; era una margarita. Curioso hallazgo para un lugar ocupado por la enfermedad, el miedo y, en ocasiones, la pena.
Unos minutos después, me trasladé desde la zona de tratamientos, a la sala de espera de oncología. Cruzas la puerta y giras a la derecha, por ahí buscas un hueco y te dispones a esperar hasta que alguien pronuncia tu nombre. Andaba distraída pensando en cuánto tardarían esta vez en llamarme, y volvió a ocurrir. Alguien había dejado una flor sobre la silla.
Demasiada coincidencia. Esta vez era una rosa. Más que una rosa, era una alegría de finales del invierno, cuando el cuerpo y el alma buscan con ansías a la primavera. Miré a mi alrededor, en busca de algún indicio que le dé una explicación a este hallazgo, y de repente “¡Pi-pi-pi-pi!”. Era el sonido del despertador, había estado soñando.

sábado, 7 de marzo de 2009

¡Doctor, quíteme este dolor!

Estaba el otro día de figurante, en la sala de espera de una zona más de la Arrixaca. Atendía a la cabeza parlante de un chino, que me saluda en la consola, siempre antes de someterme a una tortura mental en forma de ejercicios varios. A mi lado, dos personas se contaban las últimas noticias:
- Le pasó de repente, estaba durmiendo, y se despertó con un dolor que no le dejaba respirar. Me decía “nena, nena, que estoy muy mal”, pero yo quería seguir durmiendo y le dije “cambia de posición, eso son gases”.
- ¿Y te hizo caso? ¿Te dejó dormir? – preguntó su interlocutora.
- No, me decía “pero enciende la luz, que no puedo estar así”. Y cuando le hice caso ¡que susto! Estaba pálido. Entonces llamamos a urgencias y vino el médico.
- ¿Y qué le dijo? – Es evidente que la primera sabía mantener la intriga.
- Le hacia preguntas sobre lo que había comido, lo que había hecho…
- Cuenta, cuenta – Le espetaba la oyente, confirmando el éxito del relato.
- No pudieron aclarar mucho, no daba pie con bola. Él quería decirle al médico lo que quisiera: “Doctor, dígame qué quiere que le diga y yo lo hago, pero quíteme este dolor, por favor”. Era un cólico nefrítico.