miércoles, 29 de abril de 2009

Yo, de pie

Las revisiones periódicas me llevan de nuevo a la Unidad de Mama del policlínico de la Arrixaca. Allí compruebo que ha aumentado la ‘pacientela’ de los especialistas y me alegro por lo que eso supone, cuando es para bien. Ni que decir tiene que aprovechar cualquier oportunidad para recordar la importancia de las revisiones médicas es administrar bien la existencia de una.
En la sala de espera, hace un año, encontrábamos sillas casi todas las que allí acudíamos para que nos entregaran la confirmación de una falsa alarma que, en más ocasiones de las deseadas, no llegaba. Como mucho, unos cuantos tenían que quedarse fuera. Pero el lunes no fue así, la sala estaba llena, el pasillo de acceso también. Habían pacientes hasta en las hojas de la agenda. El problema es que, si te sales a buscar un lugar donde esperar a que te llame la enfermera, no oyes a la mencionada llamarte. Así que la elección es más bien una imposición; a esperar de pie.
Y entonces, no sé porqué, me acordé del autobús urbano y de cómo se administran los asientos libres, y de cómo ha cambiado todo eso durante los últimos años. Pero duró poco, para volverme a alegrar de nuevo de que cada vez más mujeres se revisen el pecho y acudan al médico.

jueves, 23 de abril de 2009

Son médicos

“No se asuste, señora, son médicos” me avisó el responsable de hacerme la ecografía de rigor. Lo cierto es que la enfermera me había dejado preparada; una sábana cubría mi desigual pecho y toda yo, desparramada sobre la camilla de turno. Y allí, frente a mí, tenía a 4 médicos anunciados y 1 pagado, el que sujetaba el aparato.
Me sentía como en un casting, nerviosa e intimidada por el inesperado público que estaba asistiendo a mi programado striptease. Lo cierto es que, para ser médicos, se les veía bastante impresionados por la imagen. No sé si eran las cicatrices de la operación, la desigual mirada de mis ‘otros ojos’ o sencillamente que no les gustaba el color de la estancia.
El caso es que tan solo tuvieron que pasar unos pocos minutos para que se acortaran las distancias. Apenas sin darme cuenta, les estaba invitando a tocar la cicatriz de mi pecho. Y ellos, sin dudarlo, tocaban, tocaban, pero con temor. “No tengáis cuidado, si he perdido la sensibilidad en esa zona” les animé.
Al final lo logré, resulté absuelta de cualquier diagnóstico negativo, “este nuevo aparato permite comprobar la evolución de estas cicatrices, que en este caso es buena” sentenció el único que, por lo visto, no era mudo.

martes, 7 de abril de 2009

Haga caso, por favor

Salta a mis dos ojos un mensaje que se distribuye en varios carteles a lo largo de toda la zona de consultas ginecológicas de la Arrixaca: “Por favor, ceda el asiento a mujeres embarazadas, personas mayores y con movilidad reducida”.
No me echo las manos a la cabeza porque tendría que soltar el móvil, así que me conformo con abrir la boca a todo tipo de elementos suspendidos en el aire. Yo estaba acostumbrada al típico “Por favor, guarde silencio” o “No utilice el wc como una papelera”, pero esto me supera.
Y no es por la decisión de colocar estos carteles, sino porque me parece que es una llamada de atención hacia nosotros; los pacientes, los acompañantes, los usuarios del sistema sanitario. No quiero imaginar qué de situaciones habrán dado lugar a tomar la decisión de pedir una actitud cívica por escrito.
Prefiero soñar con aquel pasado en que la cortesía no estaba reñida con los derechos. Aunque yo, que celebro que nuestra capacidad de crítica nos permitan mejorar y superarnos, en ocasiones, por encima de la media, me temo que quienes no demuestran conocer las más elementales normas de convivencia, tampoco hagan caso de los cartelitos.